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Mi carrera laboral.

Mi primer trabajo fue como profesor de tenis a los 17 años, a fines de los ´80. En aquel tiempo Internet estaba en pañales y tenía un uso exclusivamente académico. Era el comienzo de la era digital y tuve en mi casa varias computadoras. Commodore 64, Spectrum, Texas Instruments y Apple II. En ellas programaba y, por supuesto, jugaba.
Existía una gran brecha entre mi trabajo y las redes telemáticas, pero todas mis lecturas personales de aquella época (especialemente Alvin Toffler) marcaban con claridad que la tendencia era a que esa brecha se fuera reduciendo.
Recuerdo una propaganda de Apple, que tenía pegada como poster en mi cuarto de adolescente, que era la foto de un estante de biblioteca, en donde se mostraban ordenadamente las solapas de distintos libros íconos del pensamiento marxista, entre otros “El Capital” de Marx y “El libro Rojo” de Mao. Al final de ellos, como parte de la colección estaba la primer Apple Macintosh. El afiche decía: “Ya era hora de que un capitalista comenzara una revolución”.
Aquella imagen me fascinaba y todos los días, influenciado también por Isaac Asimov, buscaba modos de formar parte de aquella revolución, de cerrar la brecha entre la teoría y la realidad.

La primer manera que encontré fue una mezcla de marketing y juego.
Era mi último año en el Pellegrini, mi escuela secundaria, había elecciones en el Centro de Estudiantes, y me postulaba como primer candidato de Franja Morada. En aquel momento había varias revistas de computación. Casi todas traían siempre el código de software de programas, que uno tenía que tipear línea por línea en la computadora –no una, sino miles de líneas, sin cometer errores de sintaxis-, grabarlos y luego correrlos. Uno de ellos era un juego similar al Pacman, en donde el personaje principal era el entonces Presidente Alfonsín, y los obstáculos y/o premios eran la CGT, el Fondo Monetario, el inflación, los militares, etc.
Tipeamos todo el programa y pusimos una computadora Spectrum conectada a un televisor en el hall central de la Escuela. Los alumnos/votantes hacían colas para votar…Finalmente, y no sé si fue por eso, ganamos las elecciones.

Habiendo entendido que mi talento para el tenis era limitado, comencé a trabajar en la oficina de mi padre, que trabajaba como productor de seguros, al tiempo que cursaba Economía en la UBA, cuando comenzaba la década del ´90.
Le hice comprar lo que fue mi primer PC (una XT, que luego fue AT) y programé junto con un amigo un software de gestión para la cartera de asegurados en lenguaje clipper.
Al poco tiempo, la Compañía de seguros con la que trabajábamos, montó un sistema a prueba de comunicación X.25, y eligió para hacerlo a unos pocos productores con capacidad tecnológica. La oficina de mi padre resultó elegida y a partir de entonces, nos comunicamos a través de un sistema de email muy rudimentario, pero que despertaba mi entusiasmo hasta límites impensados. Por supuesto, era el único en la oficina que sabía usarlo.

Casi recibido de economista (en el año 1994), fui contratado por Rodolfo Terragno, entonces Diputado Nacional, para trabajar en temas vinculados a mi profesión. Internet empezaba a despegar en el mundo y el comienzo era el email. A esta altura yo era un fanático de la red, ansioso porque la brecha terminara de una vez por todas y la tecnología formara parte ya no solo de mi trabajo, sino de mi vida cotidiana.

Más allá del trabajo como Economista, conseguí un módem externo Hayes 9.600 baudios, para la oficina, que debe haber sido la primer oficina de un Diputado Nacional que se conectó a Internet. Conectarse era horrible. Primero tomar el interno, para tener línea. ¿Se discaba por pulsos o por tonos? Problema. Darle tiempo a la computadora para que reconozca el tono y no disque antes de tiempo. Dar la orden de discado. Esperar el resultado exitoso de la negociación entre los módems, que fallaba una buena cantidad de veces. Loguearse al BBS (Buletin Board System – que brindaba el servicio de email, entre otros) , y rezar a todos los dioses de todas las religiones para que la comunicación no se cortara. Todo el proceso se hacía tipeando comandos cripticos en una espantosa pantalla negra.
Todavía recuerdo la alegría que sentí cuando uno de los primeros email que envíe fue respondido por la Casa Blanca –entonces el Presidente de USA era Bill Clinton y su gobierno no paraba de hablar de la “Autopista Informática”-.

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