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Democracia de partidos o democracia de candidatos

En tiempos de la banalidad mediática, de mensajes cortos y consignas rápidas vacías de contenido, el último reducto de la superficialidad, es la democracia de candidatos.

Se trata de reducir la política a su dimensión agonal, a las encuestas, a la competencia electoral, de reducir la vida pública al "alica - alicate", al "que te pasha Clarín" o a “tengo un plan”.

La tarea radical es arquitectónica, es la construcción de la democracia de partidos en donde el momento electoral es sólo eso, un punto en el tiempo.

Y los radicales, más que nadie, sabemos que el éxito y el fracaso, son dos impostores.

Nuestra tarea no está basada en líderes mesiánicos que desaparecen al día siguiente de la votación, porque seguimos a ideas.

Nuestra tarea nunca termina, se construye todos los días, en cada práctica de ciudadanía activa, como lo hacemos desde hace 119 años.

Por eso pensamos que los partidos políticos son importantes, y que el sistema que los contiene es tan importante como ellos.

El sistema político argentino estalló luego de la crisis del 2001. La credibilidad de los partidos y los actores que lo componían llegó a cero, se evaporó.

Los mojones electorales que vivimos desde entonces expresaron en blanco sobre negro la fragilidad completa de la democracia argentina y la evolución lenta hacia un nuevo ordenamiento político.

En 2003, cinco peronas compitieron con chances por el Poder Ejecutivo Nacional. Propuestas políticas con consecuencias diametralmente opuestas para el futuro argentino como la dolarización de Menem, el populismo pesificado de Kirchner, la banca off shore de Lopez Murphy, la sonrisa de Rodríguez Saa o el plan moral de Carrió, disputaron en un entorno de menos de nueve puntos porcentuales de votos. Podía pasar cualquier cosa, con consecuencias dramáticas.

En 2005 asistimos al “cenit” del planteo transversal Kirchnerista. El discurso oficial era el reordenameniento en izquierda y derecha del sistema político. Fracasó.

En 2007, las opciones electorales ya fueron tres y, en el marco de un modelo económico que funciona basado en exportaciones y superávit fiscal, ningún candidato propuso dolarizar, extranjerizar la banca, volver al 1 a 1. Quedó claro además que la UCR tenía un lugar en el sistema y que su presencia era muy importante para el futuro de la democracia.

En 2009, el radicalismo unido se transformó en el eje del Acuerdo Cívico y Social y consolidó su posición como organización política con presencia nacional. El peronismo mostró dos vertientes, una de izquierda populista antigua y otra de derecha populista a la moda, es decir, reconvertida con todos los atributos de la comunicación banal.

No hay democracia sin partidos políticos. No hay democracia sin un sistema que los fortalezca.

Fortaleciendo la UCR, tenemos que plantearnos "ponernos al hombro" la reconstrucción del sistema de partidos.

Modernizar y poner en valor a la UCR, hacerla competitiva, significa que los otros partidos, principalmente el peronismo, tengan que reorganizarse, como en los 80, a nuestra imagen y semejanza.

Tenemos que abrir la política a la sociedad para que miríadas de ciudadanos sientan que pueden participar en instituciones con reglas claras de juego interno. Con una práctica transparente, especialmente en cuanto al financiamiento. Con un sistema de formación que ponga su mirada en la capacitación para gobernar, pero también en educar al ciudadano en la democracia.

Hoy como ayer, como siempre, nuestra tarea es construir todos los días la democracia.

Discutir el sistema político en este momento es oportuno. Faltan dos años para las próximas elecciones, lo que permite pensar sin la urgencia de los resultados y la conveniencia particular de cada actor. El proyecto del gobierno debe ser analizado en profundidad con la mirada puesta en lo que resulta mejor para la democracia, para sus ciudadanos, en las maneras generar confianza en los partidos políticos.

En la vereda opuesta de la banalidad, sólo desde ese lugar, cerraremos una de las heridas que aún sangra en nuestra querida democracia: la crisis del sistema político del 2001.

Sólo desde ese lugar, un sistema político estable, transparente y abierto a la sociedad, podremos generar las políticas de estado que incluyan en la democracia a los millones de ciudadanos que hoy viven en la más absoluta miseria económica, social y política.

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