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El fin de la testosterona.

En un reciente artículo, “The end of Men”, publicado en “The Atlantic”, Hanna Rosin se preguntaba:
“¿Qué sucedería si la economía postindustrial congeniara mejor con las mujeres que con los hombres?”

Los atributos más valorados en la producción hoy son la inteligencia emocional, la comunicación fluída, la habilidad por escuchar al otro, la tolerancia, la capacidad de reconocer errores, virtudes que como mínimo, no se corresponden con el clásico macho de libro, con el tamaño del recurso humano y a su fortaleza física.

El futuro requiere de líderes que sepan coordinar recursos, que motiven con creatividad, que escuchen más de lo que hablan. En el pasado se pensaba que los líderes deberían ser agresivos y competitivos. Los hombres lo eran naturalmente. El viejo modelo de comando y control, con un líder manteniendo el poder de todas las decisiones, es disfuncional. El nuevo modelo no es feminista pero tiene muchas reminiscencias a la literatura de diferencias entre hombres y mujeres.

El hombre de la familia industrial de principios del siglo pasado era un padre proveedor que traía el dinero mientras su mujer cuidaba de los niños.

Según Rosin, en USA, en 1970 las mujeres contribuían con 6 % de los ingresos familiares. Hoy con 42,2%.

En Argentina, al menos 3 millones de hogares son mantenidos por mujeres.

En las zonas más pobres de la India, las mujeres aprenden inglés mucho más rápido que los hombres y por lo tanto consiguen más trabajo en los call centers.

En el sector privado chino, el 40% de la fuerza laboral son mujeres.

Johahna Sigurdardottir, fue electa Primera Ministro de Islandia el 1 de febrero de 2009.
Islandia fue uno de los países más afectados por la crisis financiera que afectó al mundo desde fines del 2008, luego que políticos y banqueros que generaran una deuda externa privada de 10 veces su PBI.
Su argumento principal de campaña criticar explícitamente a la “elite machista” que destruyó la economía y clamó por el fin de la era de la “testosterona”.

La economía post industrial se está convirtiendo en el lugar donde las mujeres reparten las cartas.

Ojo, a no equivocarse, no se trata de mujeres que copian hábitos masculinos, sino de mujeres que tienen éxito haciendo gala de todas las virtudes de su feminidad.

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