Hace poquito Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía 2001, escribió una nota cuyo título es "El Milagro Covid de la Argentina".
En ella sostiene que: ""Ante el desbarajuste que heredó el gobierno del presidente argentino Alberto Fernández a fines de 2019, parece haber logrado un milagro económico. Desde el tercer trimestre de 2020 hasta el tercer trimestre de 2021, el crecimiento del PIB alcanzó el 11,9%, y ahora se estima que fue del 10% para 2021, casi el doble de lo previsto para EE.UU., mientras que el empleo y la inversión se han recuperado a niveles superiores a los de Fernández asumió el cargo. Las finanzas públicas del país también han mejorado, incluso con una política de recuperación contracíclica, debido al fuerte crecimiento económico, tasas impositivas más altas y progresivas sobre la riqueza y los ingresos corporativos, y la reestructuración de la deuda de 2020."
Siempre bromeo con mis amigos y les digo que dejé de ser economista hace muchos años, que desde entonces me dediqué a emprender y como me fue bien, la edad me convirtió en empresario.
Durante 30 años en el mundo de las empresas, nunca escuché a ningún colega argumentar que su empresa era inviable, que era un desastre, que no tenía destino.
Por el contrario, siempre escuché como sobreestimaban su propias capacidades y muy especialmente el futuro de las ideas de negocios que administraban.
Me resulta difícil entender el extraño comportamiento de los economistas argentinos que ante el elogio de un premio Nobel, se encargan de hacer un esfuerzo inmenso por desmentirlo.
No importa si el Nobel tiene razón o si los profesionales domésticos están en condiciones de corregirlo.
Hace años que dejé de ser economista pero creo recordar de la escuela que nunca es bueno escupir para arriba y que las expectativas son muy importantes en el desempeño de cualquier organización.
Ningún manager que sostuviera publicamente que la empresa en la que trabaja está al borde de la quiebra duraría en su cargo mas de quince minutos.
Si Argentina fuera una empresa, los accionistas le pedirían al Management de la compañía que organice una buena campaña de prensa con los elogios del Nobel, porque, sin dudas, el valor de sus acciones subiría.
En ella sostiene que: ""Ante el desbarajuste que heredó el gobierno del presidente argentino Alberto Fernández a fines de 2019, parece haber logrado un milagro económico. Desde el tercer trimestre de 2020 hasta el tercer trimestre de 2021, el crecimiento del PIB alcanzó el 11,9%, y ahora se estima que fue del 10% para 2021, casi el doble de lo previsto para EE.UU., mientras que el empleo y la inversión se han recuperado a niveles superiores a los de Fernández asumió el cargo. Las finanzas públicas del país también han mejorado, incluso con una política de recuperación contracíclica, debido al fuerte crecimiento económico, tasas impositivas más altas y progresivas sobre la riqueza y los ingresos corporativos, y la reestructuración de la deuda de 2020."
Siempre bromeo con mis amigos y les digo que dejé de ser economista hace muchos años, que desde entonces me dediqué a emprender y como me fue bien, la edad me convirtió en empresario.
Durante 30 años en el mundo de las empresas, nunca escuché a ningún colega argumentar que su empresa era inviable, que era un desastre, que no tenía destino.
Por el contrario, siempre escuché como sobreestimaban su propias capacidades y muy especialmente el futuro de las ideas de negocios que administraban.
Me resulta difícil entender el extraño comportamiento de los economistas argentinos que ante el elogio de un premio Nobel, se encargan de hacer un esfuerzo inmenso por desmentirlo.
No importa si el Nobel tiene razón o si los profesionales domésticos están en condiciones de corregirlo.
Hace años que dejé de ser economista pero creo recordar de la escuela que nunca es bueno escupir para arriba y que las expectativas son muy importantes en el desempeño de cualquier organización.
Ningún manager que sostuviera publicamente que la empresa en la que trabaja está al borde de la quiebra duraría en su cargo mas de quince minutos.
Si Argentina fuera una empresa, los accionistas le pedirían al Management de la compañía que organice una buena campaña de prensa con los elogios del Nobel, porque, sin dudas, el valor de sus acciones subiría.
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