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La brecha digital, las TICs y el Estado Argentino

Los planes oficiales son claramente insuficientes y no existen emprendimientos privados con capacidad de ocupar el rol que no ocupa el sector público.

Hablar de brecha digital en el ámbito educativo es referirse a un problema de infraestructura, empezando por la conectividad a Internet. A principios de siglo se pensó a Educ.ar como el gran proveedor de infraestructua de telecomunicaciones para la educación pública argentina. El proyecto quedó trunco por las razones que todos conocemos.

En nuestro país existe alrededor de 1 millón de personas que no tienen acceso a la telefonía, ni fija, ni móvil, ni satelital. El primer paso para acortar la brecha digital darle cobertura telefónica al 100% de los ciudadanos argentinos, lo que no es un problema tecnológico, sino de decisión política de la Secretaría de Telecomunicaciones. Luego, se debería garantizar la conectividad banda ancha del 100% de los establecimientos argentinos. Ello requiere una acción centralizada del estado nacional, porque no es lo mismo poner a cada escuela a contratar un Adsl, que contratar 100.000 servicios juntos. Existen economías de escala, standarización de topologías de red, establecimiento de politicas de uso, que requieren la presencia de un planificador.

Luego se deberían dotar a las escuelas de las terminales necesarias para acceder a la red. No parece un problema inaccesible. Los equipos nuevos cuestan un tercio de lo que costaban la década pasada y siempre se pueden usar equipos reciclados.
Finalmente hay que aprovechar la gran oportunidad que brindan las TIC´s para revalorizar el rol docente en la escuela. Hay que dotar a nuestros maestros de una formación completa en el manejo de la informática, situarlos en el lugar de los gurúes en el aula, aprovechando la fascinación que despierta en los educandos las nuevas tecnologías.

El Estado Nacional tiene recursos de sobra para cerrar la brecha digital. No creo que, en la Argentina de hoy, exista otra política pública más importante que invertir todos los recursos en educación. Tiene, y no temo exagerar, una trascendencia histórica tan importante como la política educativa de la generación del ´80.

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