Matías Fernandez vivía en Buenos Aires. En 1980 Tenía 30 años y un departamento de 2 ambientes en Barrio Norte de su propiedad. Su único capital. En ese momento lo vendió en cien mil dólares. Guardó los dólares en el colchón, alquiló y siguió su vida. Diez años más tarde, en medio de la hiperinflación, percibió que ese dinero le servía para comprar cinco departamentos por 20 mil dólares cada uno. Matías tenía 40 años. Compró los cinco. Llegó la convertibilidad y vió que sus departamentos volvían a valer 100 mil dólares cada uno. A los 50 años, su capital aumentó a 500 mil dólares en total. Con su memoria fresca en el gran negocio que había hecho, decidió venderlos. Y guardó el dinero otra vez en el colchón. Llegó la crisis del 2001. En el 2002, con los 500 mil dólares compró ¡25! departamentos similares al que tenía en 1979. Hoy, a los 60 y pico, Matías tiene un capital de 2.500.000 dólares. ¿Debería vender sus departamentos?. Matías ya es rico. Su riqueza no es el fruto...
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